¿Cuál es, pues, mi recompensa? Que predicando el evangelio, pueda yo presentarlo gratuitamente, para no abusar de mi derecho en el evangelio.
¿Cuál es, entonces, mi recompensa? Pues que al predicar el evangelio pueda presentarlo gratuitamente, sin hacer valer mi derecho.
Pero entonces, ¿qué gano yo con eso? ¡Nada menos que la satisfacción de poder anunciar la buena noticia, sin recibir nada a cambio! Es decir, anunciarla sin hacer valer mi derecho de vivir de mi trabajo como apóstol.
¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio.
¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi potestad en el evangelio.