Pero si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.
Si decimos que nunca hemos hecho lo malo, hacemos que Dios aparezca como un mentiroso, y no hemos aceptado el mensaje que él nos ha dado.
Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.