Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad.
Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no decimos la verdad.
Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.