Simei dijo al rey: —Está bien lo que dices. Tu siervo hará así como ha dicho mi señor el rey. Simei habitó en Jerusalén mucho tiempo.
De acuerdo le respondió Simí al rey. Yo estoy para servir a Su Majestad, y acataré sus órdenes. Simí permaneció en Jerusalén por un buen tiempo,
Simí le contestó al rey: —Está bien. Haré lo que ha ordenado Su Majestad. Simí vivió en Jerusalén tres años. Pero un día, se vio obligado a ir a Gat en busca de dos esclavos que se le habían escapado. Estaban con Aquís hijo de Maacá, rey de Gat. Cuando Simí volvía de Gat, montado en su burro y con sus dos esclavos,
Semeí dijo al rey: «Tu palabra es buena. Como ha dicho mi señor el rey, así hará su siervo.» Semeí habitó en Jerusalén mucho tiempo.
Y Simei dijo al rey: La palabra es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu siervo. Y habitó Simei en Jerusalén muchos días.
Y Simeí dijo al rey: La palabra es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu siervo. Y habitó Simeí en Jerusalem muchos días.