Entonces se ciñeron sus lomos con cilicio y pusieron sogas a sus cuellos, y fueron al rey de Israel y dijeron: —Tu siervo Ben-hadad dice: 'Por favor, perdóname la vida.' Y él respondió: —¿Todavía vive? ¡Es mi hermano!
Se presentaron entonces ante el rey de Israel, se rindieron ante él y le rogaron: Su siervo Ben Adad dice: Por favor, perdóname la vida. ¿Todavía está vivo? preguntó el rey. ¡Pero si es mi hermano!
Los oficiales se pusieron ropas ásperas y una soga al cuello. Después fueron a ver al rey de Israel y le dijeron: —Su servidor Ben-hadad le ruega que le perdone la vida. Ahab les preguntó: —¿Ben-hadad vive todavía? Él es mi amigo.
Se ciñeron sayales a sus lomos y cuerdas sobre sus cabezas y fueron al rey de Israel y le dijeron: «Tu siervo Ben Hadad dice: Que pueda yo conservar mi vida.» El respondió: «¿Vive aún? ¡Es mi hermano!»
Ciñeron, pues, sus lomos con cilicio, y sogas a sus cuellos, y vinieron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: Te ruego que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es.
Ciñeron, pues, sus lomos de cilicio, y sogas a sus cuellos, y vinieron al rey de Israel, y le dijeron: Tu siervo Benadad dice: Te ruego que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es.