Pero su rival la irritaba continuamente para humillarla, porque Jehovah había cerrado su matriz.
Penina, su rival, solía atormentarla para que se enojara, ya que el Señor la había hecho estéril.
Como Ana no tenía hijos, Peniná se burlaba de ella. Tanto la molestaba que Ana lloraba mucho y ni comer quería. Todos los años, cuando iban al santuario, Peniná la trataba así.
Su rival la zahería y vejaba de continuo, porque Yahveh la había hecho estéril.
Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.
Y su adversaria la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová había cerrado su matriz.