En toda la tierra de Israel no había un solo herrero, porque los filisteos habían dicho: 'No sea que los hebreos se hagan espadas o lanzas.'
En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, pues los filisteos no permitían que los hebreos se forjaran espadas y lanzas.
Entre los israelitas no había quien trabajara el hierro. Los filisteos no se lo permitían, por temor a que se hicieran espadas y lanzas de ese metal. Ni siquiera tenían cómo afilar sus arados, azadones, hachas y picos. Por eso tenían que ir al país de los filisteos y pagarles mucho dinero para que les afilaran sus herramientas. El día de la batalla los únicos que tenían una espada y una lanza eran Saúl y Jonatán.
No había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se decían: «Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas.»
Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza.
Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza.