El le respondió: —He aquí, en esta ciudad hay un hombre de Dios, un hombre muy respetado. Todo lo que él dice sucede sin fallar. Ahora vamos allá; quizás nos señale el camino por donde debemos ir.
El criado le contestó: En este pueblo vive un hombre de Dios que es muy famoso. Todo lo que dice se cumple sin falta. ¿Por qué no vamos allá? A lo mejor nos indica el camino que debemos seguir.
Pero su ayudante le contestó: —En este pueblo hay un hombre que sirve a Dios. Toda la gente lo respeta mucho. Dicen que cuando él anuncia que algo va a suceder, sucede. ¡Vamos a verlo! A lo mejor nos dice dónde podemos encontrar las burras.
Pero él respondió: «Cabalmente hay en esta ciudad un hombre de Dios. Es hombre acreditado: todo lo que dice se cumple con seguridad. Vamos, pues, allá y acaso nos oriente acerca del viaje que hemos emprendido.»
El le respondió: He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino.
Y él le respondió: He aquí ahora hay en esta ciudad un hombre de Dios, que es varón insigne; todo lo que él dice, sucede sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos enseñará nuestro camino por donde hayamos de ir.