Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron.
El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por todos, y por consiguiente todos murieron.
El amor de Cristo domina nuestras vidas. Sabemos que él murió por todos y que, por lo tanto, todos hemos muerto.
Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos murieron;