El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
El ángel que hablaba conmigo llevaba una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla.
El ángel que me hablaba tenía una regla de oro, y con esa regla midió la ciudad, sus portones y su muralla.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muralla.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
Y el que hablaba conmigo, tenía una medida de una caña de oro para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro.