Pero aquellos hombres se reunieron cerca del rey y le dijeron: —Ten presente, oh rey, que es ley de medos y persas, que ningún edicto o decreto que el rey pone en vigencia puede ser cambiado.
Pero aquellos hombres fueron a ver al rey y lo presionaron: No olvide Su Majestad que, según la ley de los medos y los persas, ningún decreto ni edicto emitido por el rey puede ser derogado.
Al día siguiente, los jefes principales fueron a verlo y le dijeron: —Su Majestad sabe bien que Daniel debe morir. Cuando un rey de los medos y los persas firma una ley, nadie puede cambiarla.
Al oír estas palabras, el rey se afligió mucho y se propuso salvar a Daniel; hasta la puesta del sol estuvo buscando el modo de librarle.
Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado.
Pero aquellos hombres se reunieron cerca del rey, y dijeron al rey: Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia, que ningún decreto u ordenanza que el rey confirmare pueda ser cambiado.