No sea que digas en tu corazón: ‘Mi fuerza y el poder de mi mano me han traído esta prosperidad.’
No se te ocurra pensar: Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos.
Si olvidan esto, tal vez lleguen a pensar que todo lo que tienen y disfrutan lo han conseguido con su propio esfuerzo.
No digas en tu corazón: «Mi propia fuerza y el poder de mi mano me han creado esta prosperidad»,
y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.
y digas en tu corazón: Mi poder y la fortaleza de mi mano me han traído esta riqueza.