Ester volvió a hablar en presencia del rey. Se echó a sus pies llorando, y le imploró que evitase la desgracia concebida por Amán el agageo y el plan que había ideado contra los judíos.
Luego Ester volvió a interceder ante el rey. Se echó a sus pies y, con lágrimas en los ojos, le suplicó que pusiera fin al malvado plan que Amán el agagueo había maquinado contra los judíos.
Ester se arrodilló ante el rey y le rogó, una vez más, que hiciera algo para impedir que se llevara a cabo el plan de Amán en contra de los judíos.
Ester volvió a suplicar al rey, cayendo a sus pies, llorando y ganando su benevolencia, que anulara la maldad de Amán, el de Agag, y los proyectos que había concebido contra los judíos.
Volvió luego Ester a hablar delante del rey, y se echó a sus pies, llorando y rogándole que hiciese nula la maldad de Amán agagueo y su designio que había tramado contra los judíos.
Volvió luego Esther a hablar delante del rey, y se echó a sus pies, llorando y rogándole que hiciese nula la maldad de Amán agageo, y su designio que había formado contra los judíos.