—Señor mío, escúchame: La tierra vale 400 siclos de plata. ¿Qué es esto entre tú y yo? Sepulta, pues, a tu difunta.
Señor mío, escúcheme. El campo vale cuatrocientas monedas[1] de plata. ¿Qué es eso entre nosotros? Vaya tranquilo y entierre a su esposa.
—Señor mío, el terreno vale cuatrocientas monedas de plata. Eso no es gran cosa entre usted y yo. ¡Vaya usted y entierre a su esposa!
«Señor mío, escúchame: Cuatrocientos siclos de plata por un terreno, ¿qué nos suponen a ti y a mí? Sepulta a tu muerta.»
Señor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientos siclos de plata; ¿qué es esto entre tú y yo? Entierra, pues, tu muerta.
Señor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientos siclos de plata: ¿qué es esto entre mí y ti? entierra, pues, tu muerta.