Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.
Jesucristo nunca cambia: es el mismo ayer, hoy y siempre.
Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre.
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por siempre.