Han adiestrado sus manos para hacer el mal: El gobernante exige, el juez juzga por soborno y el poderoso habla según el antojo de su alma; y así lo retuercen.
Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo; funcionarios y jueces exigen soborno. Los magnates no hacen más que pedir, y todos complacen su codicia.
Los gobernantes y los jueces exigen dinero para favorecer a los ricos. Los poderosos dicen lo que quieren y siempre actúan con falsedad. ¡Son unos maestros para hacer lo malo!
Para el mal sus dos manos adiestran: el príncipe exige, y también el juez, recompensa; el grande habla de la codicia de su alma, y él y ellos lo urden.
Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman.
Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman.