Por tanto, mi servicio a Dios es para mí motivo de orgullo en Cristo Jesús.
Por lo que Jesucristo ha hecho en mí, puedo sentirme orgulloso de mi servicio a Dios.
Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo referente al servicio de Dios.
Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere.
Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios toca.