Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno.
Podemos decir, entonces, que la ley viene de Dios, y que cada uno de sus mandatos es bueno y justo.
Así que, la ley es santa, y santo el precepto, y justo y bueno.
De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento es santo, y justo, y bueno.